El lugar más feliz sobre la Tierra
SEIS

A Clara me le acerqué pidiéndole fuego. Era la tercera vez que fumaba en mi vida y tuve que concentrarme para no tragar el humo y tocerle en la cara. Me preguntó si tenía otro cigarrillo y después le invité una cerveza. El bar al que intentábamos entrar estaba lleno, así que nos sentamos en el cordón de la vereda.
Abrí la botella contra el borde de un cantero y llené los dos vasos largos de plástico que nos habían dado los del bar. Apoyados contra el asfalto húmedo por el rocío fumamos medio paquete y pedimos dos cervezas más.
Cuando nos dimos nuestro primer beso, todavía era de noche. Amaneció en el momento en que Clara buscaba un cigarrillo y lo encendía en un banco de una plaza, con las piernas sobre mi regazo. Enfrente nuestro, un hombre arrancaba un taxi que estuvo estacionado toda la noche. Tardó casi dos minutos en poder calentar el motor lo suficiente. Después, apoyó toda la espalda en el asiento y, con los brazos rectos agarrando el volante, se alejó por la calle que rodeaba la plaza. Lo miré hasta que dobló la esquina y quedó en segundo plano, atrás de la cabeza de Clara, que tenía la mirada perdida. Dio una pitada al cigarrillo que tenía en la mano izquierda y me miró. Tiró el humo hacia una costado, se pasó la punta de la lengua por los labios curtidos por el frío y me besó.

23.8.06 // 6:06 a. m.


Textos escritos por Nicolás Guerrero entre el 7 de julio y el 22 de agosto a las 2:10 AM.